Tuesday, September 07, 2010

Cuando salí, estaba famélica. Vale decir que si no me desmayaba del hambre, me desmayaba del pinchazo; pero me salvé de ambas, y tenía el trámite casi terminado, lo cual también era bastante productivo.
En el trabajo, al cual se suponía que asistiría luego de sacar el simple turnito, a eso de las 12 am, me habían dicho que ya no fuera porque ya no tenía sentido... Otra cosa buena, porque me daba tiempo para ir a visitar a una amiga antes de que saliera para la facu y de aprovechar para hacer unas cositas que me quedaban cerca de su casa.

La cosa es que, a partir de ahí, el día mejoró cada vez más. Almorzamos lo más simple y más rico del mundo, charlamos sin parar desde que llegué hasta que nos despedimos... Y fue genial. Pero no el genial sarcástico de antes; genial en serio. Todas mis energías se renovaron. E incluso cuando me despedí de ella, aún pude seguir disfrutando sola, haciendo cositas para mí. Y me compré cositas; entre ellas unas galles para merendar. Y llegué a casa, me preparé un té con leche y merendé mucho (además de todo lo que había comido ya, mi hambre no paraba.) Y puse los Beatles y encendí un sahumerio. Y me bañé, y escribí todo esto en toalla, mientras escuchaba Mika y luego Imogen Heap. Y ahora me voy a cenar la comidita que dejó preparada mi madre, y a dormir, y a soñar.
Y qué lindo no tener miedo de soñar.

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