Tuesday, July 19, 2011

Ayer me acordaba del lindo Ovejero Alemán (resulta que son los únicos perros con los que me llevo realmente bien -y es mutuo-) que conocí en una pequeña terminal de Córdoba. Yo estaba comiendo algo, mientras lo observaba aburrido y tristón. Entonces le convidé y se puso feliz y se quedó al lado mío y lo mimé. Comió bastante. Después se alejó un poco; pero yo lo seguía observando, y presté atención a que se quedó parado al lado de una canilla. Dudé dos segundos y me acerqué; abrí la canilla y puse mis manos abajo del chorro, acumulando el agua, para que pueda tomar de ahí. Incluso le mojé la cabeza porque hacía mucho calor, y fue aún más feliz. Y yo junto con él. Hasta que vino el micro y tuve que dejarlo... junto al charco que habíamos hecho, al lado de toda la gente con bolsos. Pero me fui orgullosa de mí misma por haber sabido interpretar lo que quería, con tan solo regalarle un poquito de atención.

2 verdades:

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