Sunday, July 31, 2011

De dualidad y caminos ·

No encuentro el equilibrio. No lo tengo. Porque no lo quiero. Sin embargo, lo necesito. Una parte de mí busca aceptar las cosas como son, tanto en forma como en significado, sin analizar cada espiral hasta el final. Porque tal final no existe; los espirales son infinitos. Pero acá estoy, desarrollando lo más que puedo un simple pensamiento con el que me tropecé. Eso, me tropecé y no pude dejarlo pasar, no pude seguir adelante, NO QUISE. Porque para mí esto es el sentido de todo, el explotar al máximo cada segundo, cada respiración, cada pensamiento, cada sentimiento...

Hay quienes eligen hacerlo de forma activa, llevando sus cuerpecitos de acá para allá, enfrentándose con lo que sea que tengan delante... o no; pero intentando. Yo, de alguna manera, elijo observar. Desde una imagen, un gesto, una mirada, una mueca, un sonido... hasta mis propios pensamientos.

Mi naturaleza me pide comprensión. Tengo la necesidad de entender, de saber (sólo para entender por un simple instante, no para acumular datos). Eso, por un simple instante. Porque no es que pretendo llenarme de conocimientos para llegar a la comprensión de todas las cosas en algún futuro. No. Realmente, me interesa entender tan sólo este momento, de tal forma que pueda hacerme dueña de él.

Alguien dice algo y yo busco en su interior (en mi interior) una razón, y luego esa razón debe tener una razón, que también debe tener su propia razón, y así... Todo termina en lo mismo y vuelve a empezar. Absolutamente todo, en absolutamente lo mismo. Me atrevo a decir: El amor, y el odio. Demás está aclarar que esta pareja no es más que una naranjita partida al medio, igual que mi cerebro en este momento. El odio no existe; todo es amor. La semilla, la raíz y el fruto de todo. Y ni siquiera es un sentimiento.

Tal vez a alguien que no le haya dado demasiado lugar al pensamiento de estos temas, le pueda parecer un poco cliché y tal vez encuentre en mis palabras una o dos oraciones que ya conoce y se quede con eso y nada más. Y lo entiendo, porque toda mi vida crecí escuchando frases repetidas, a las que siempre respondía con asombro pero sin una verdadera comprensión. Es tan sólo cuando yo misma transito el camino que dejaron ellas, que llego a cada una para dejarlas salir por mis propios labios, y me asombro con sinceridad, porque entiendo. Y soy feliz sabiendo que alguien, sea quien sea, en el momento que haya sido o que vaya a ser, me entiende... Y que yo también lo entiendo.

Pero en fin, el punto es que así es como exagero todo. Llevo cada cosa hasta su extremo, y de repente todo se vuelve completamente positivo, o completamente negativo. Sin grises. Sin equilibrio. En cierta forma me reconforta saber que el odio es amor disfrazado de dolor; pero esto también me confunde. Si bien todo parte de un mismo núcleo y viaja hacia el mismo núcleo de vuelta... Por algo viajamos. O tal vez no es por algo, pero viajamos. Vivimos, sentimos, morimos, volvemos a vivir. La cuestión no es descifrar el por qué de la vida misma, sino simplemente descifrar de dónde viene y a dónde va cada momento, de manera de poder recibirlo y apreciarlo apropiadamente y así mismo despedirlo. Pero lo que sucede es que cuando logro esto, me conecto, comprendo y aprecio... me aferro, y la despedida es mucho más difícil; deja de ser apropiada y se convierte en un intento de algo que nunca será.

Hay otra parte de mí que considera que el problema es justamente esa manía que tenemos de clasificar las cosas en "buenas" o "malas". Las cosas son como son y ya; no importa si hay algo mejor o peor, esto es mío, esta soy yo... hoy. Porque ni siquiera es que todo permanece igual siempre; al contrario, todo se va transformando, incluso lo más estancado de a poquito se mueve y se deshace y se vuelve a crear. Claro que es re lindo ver a través de esta mirada; pero también lleva a dejar las cosas como están sin hacer nada. Y yo creo que muchas veces es necesario tomar responsabilidad.

Muy a menudo suelo olvidar que no es puramente necesario comprender antes de actuar.

Ahora sí, escuchando atentamente a este momento y comprendiendo mejor de dónde vino, es que me confesó a dónde vamos a continuación: A todas partes. Sin preocuparme si encontré la razón del dolor. Con un poquito de confianza en mí y otro poquito en el Universo, dejando de buscar la respuesta, la salida aparecerá sola.

Wednesday, July 20, 2011

Un amigo de verdad, que te quiere con sinceridad y pureza, no es quien te llama o te recuerda todos los días, deseando que estuvieras ahí; no es quien quiere compartir todo con vos y te necesita para ser feliz. Para mí, es quien no te quiere todo el tiempo encima, ni te necesita... Pero justamente por eso, sabés que por medio de esa distancia es que te acompaña en todos tus caminos sin retenerte; sabés que te quiere por lo que sos, y no por lo que le das.

Tuesday, July 19, 2011

Página 17.

"Me hizo entrar en su habitación, donde olía fuertemente a tabaco; sacó un libro de un montón de ellos, hojeó, buscó...
-Esta también está bien, muy bien -dijo-; escuche usted la frase: 'Hay que estar orgulloso del dolor; todo dolor es un recuerdo de nuestra condición elevada'. ¡Extraordinario! ¡Ochenta años antes de Nietzsche! Pero no es ésta la sentencia a que yo me refería; espere usted, aquí la tengo. Vea: 'La mayor parte de los hombres no quieren nadar antes de saber'. ¿No es esto espiritual? ¡No quieren nadar, naturalmente! Han nacido para la Tierra, no para el Agua. Y, naturalmente, no quieren pensar; como que han sido creados para la vida, ¡no para pensar! Claro, y el que piensa, el que hace del pensar lo principal, ése podrá acaso llegar muy lejos en esto pero; ése precisamente ha confundido la Tierra con el Agua, y un día u otro se ahogará."


El Lobo Estepario, Hermann Hesse.

Página 13.

"En este período fui teniendo conciencia cada vez más clara de que la enfermedad de este hombre no dependía de defectos de su naturaleza, sino, por el contrario, únicamente de la gran abundancia de sus dotes y facultades disarmónicas. Pude comprobar que Haller era un genio del sufrimiento, que él, en el sentido de muchos aforismos de Nietzsche, se había forjado dentro de sí una capacidad de sufrimiento ilimitada, genial, terrible.

Al mismo tiempo comprendí que la base de su pesimismo no era desprecio por el mundo, sino desprecio de sí mismo, pues si bien hablaba de instituciones y personas sin miramientos y con un sentido demoledor, nunca se excluía a sí, siempre era el primero contra quien dirigía sus flechas, él mismo el primero a quien odiaba y negaba...
(...) Por lo que se refería a los demás, a cuantos lo rodeaban, no dejaba de hacer constantemente los intentos más heróicos y serios para quererlos, para hacerles justicia, para no causarles daño, pues el 'ama a tu prójimo' lo tenía tan hondamente inculcado como el odio a sí mismo. Y de este modo, fue toda su vida una prueba de que sin amor a la propia persona es también imposible el amor al prójimo, de que el odio de uno mismo es exactamente igual, y a fin de cuentas produce el mismo horrible aislamiento y la misma desesperación, que el egoísmo más rabioso."


El Lobo Estepario, Hermann Hesse.

Página 11.

"Al conversar con él -lo que no siempre sucedía- traspasaba los límites de lo convencional y, dejándose llevar de su singular naturaleza, decía palabras personales y propias, entonces uno no tenía más remedio que subordinársele; él había pensado más que otros hombres, poseía en asuntos del espíritu aquella serena objetividad, aquella reflexividad y sabiduría que sólo tienen las personas verdaderamente espirituales, a las que falta toda ambición y nunca desean brillar, ni convencer a los demás, ni siquiera tener razón"

El Lobo Estepario, Hermann Hesse.
Soy tan sensible que me emociono un poquito y mi corazón se pone loco.
Ayer me acordaba del lindo Ovejero Alemán (resulta que son los únicos perros con los que me llevo realmente bien -y es mutuo-) que conocí en una pequeña terminal de Córdoba. Yo estaba comiendo algo, mientras lo observaba aburrido y tristón. Entonces le convidé y se puso feliz y se quedó al lado mío y lo mimé. Comió bastante. Después se alejó un poco; pero yo lo seguía observando, y presté atención a que se quedó parado al lado de una canilla. Dudé dos segundos y me acerqué; abrí la canilla y puse mis manos abajo del chorro, acumulando el agua, para que pueda tomar de ahí. Incluso le mojé la cabeza porque hacía mucho calor, y fue aún más feliz. Y yo junto con él. Hasta que vino el micro y tuve que dejarlo... junto al charco que habíamos hecho, al lado de toda la gente con bolsos. Pero me fui orgullosa de mí misma por haber sabido interpretar lo que quería, con tan solo regalarle un poquito de atención.