Friday, November 06, 2009

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Anoche me pasó algo hermoso y quiero contarles a todos.
Hice mucha propina. No, mentira. Bueno, también.

Vamos desde el principio.

Trabajo en un restaurant de sushi como camarera. Actualmente somos sólo dos cubriendo todo el salón porque uno de mis compañeros renunció hace un tiempito; entonces con mi compañera, Lu, lo dividimos a la mitad y cada una se ocupa de un sector para estar más cómodas.

Anoche mi sector empezó a ocuparse más rápido, y en un momentó se sentó una persona en una mesa grande porque iban a ser cuatro más; entonces Lu me ofreció hacerse cargo de ellos, ya que yo estaba bastante ocupada ya y ella no. Acepté gustosa.

Pasaba el tiempo y yo me ocupaba de mis mesas, ignorando a esta otra porque además estaba en un lugar por el que yo no transitaba necesariamente.

Después de un bueeeeen rato, viene Lu, que al parecer había notado que mi sector estaba mucho más tranquilo ahora, y me pregunta si quería entonces ocuparme de la mesa grande, ya que acababa de llegar el resto de los amigos y hasta ahora habían pedido sólo unos tragos. También porque, además, justo un rato antes ella me había pedido retirarse más temprano y si podía yo hacerme cargo de todo sola. Acepté gustosa.

Ni bien me acerqué a esta mesa, que al final siempre me había correspondido, comenzaron las risas. Conmigo.

Tres jóvenes caballeros, no TAN jóvenes en comparación conmigo, y dos señoritas creaban un ambiente de pura diversión, libre y llena de amor. Y ¿qué hicieron? Me metieron en ese ambiente con ellos instantáneamente.

Ya la segunda vez que me acerqué, no podía irme. Estaba a cargo de todo el local, estaban mis jefes mirándome y yo lo único que hacía era reír y reír como si fuera una más de los chicos. Ellos entendían la situación y de a ratos me dejaban ir; pero yo trataba de hacer todo rápido para volver con ellos porque empezaba a extrañarlos.

Hablamos de trabajo, de sexo, de drogas, de amor...
Una de las chicas no paraba de repetir que quería abrazarme, a medida que yo iba contando cositas sobre mí, hasta que se levantó de la silla y lo hizo. Me abrazó.

Yo ya no era la camarera. No era Andrea; era Andre, la chiquitita espontánea que se ponía colorada por todo y no se guardaba ninguna sonrisa.

Lamentablemente estaba trabajando y no podía ignorarlo más, porque además estaba sola y me iría muy tarde si no adelantaba las cosas en el momento; así que los abandoné un rato y me dispuse a hacer lo mío, mientras ellos continuaban riendo y me atraían con algún comentario cuando pasaba.

Al final nos sacamos todos una foto, que al parecer van a subir a Facebook. Y prometieron volver, y sino vernos fuera del trabajo.
Y todo esto a pesar de que al principio, cuando llegaron, me pidieron algo que por política de la casa no podía permitirles. Entonces se habían tirado re abajo con el restaurant hasta el punto de querer irse; pero al final se quedaron, y antes de irse le dijeron a la encargada que si volvían a pisar el local era exclusivamente por mí. Y yo me sentí taaan bien ♥.

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1 verdades:

gnzl. said...

Para contrarestar un poco el puterío laboral, nada mejor que te reconozcan no solo por tu trabajo sino por tu forma de ser, y mucho mejor si las dos pueden ir de la mano. Ojalá pase más seguido ^^

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