Llegué a casa tarde. Me tiré en la cama y recordé que hacía mucho tiempo no veía a mi gatito. Me sentí culpable. "Debe estar abajo de la cama", pensé; me levanté, me agaché y ahí lo vi: Almendra. Estiré mis manos abiertas para recibirlo, y él se refugió en ellas, todo pequeñito hecho una bolita, como la primera vez que lo agarré cuando lo encontré.
En ese momento de paz, me desperté. Y, a pesar de la tristeza de encontrarme con una realidad distinta, me quedé con la sensación de que está. No lo veo hace mucho pero está ahí, abajo de mi cama; y tal vez incluso me recuerda.
Saturday, September 11, 2010
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